jueves, 2 de enero de 2014

Una mujer revolucionaria

  1. Razones Para Amar a una Mujer Revolucionaria

    Una mujer revolucionaria
    es capaz de sentir en lo más hondo,
    cualquier injusticia
    cometida contra cualquiera,
    en cualquier parte del mundo.

    Una mujer revolucionaria
    se indigna con más frecuencia,...
    concibe preguntas todos los días,
    grita más fuerte,
    llora más alto,
    desea con más ansias,
    quiere más resuelta,
    siente más profundo.

    Una mujer revolucionaria sabe mirar mas allá
    de la estética preconcebida
    por las revistas de moda
    y concursos de mercancías mujeriles,
    porque es más femenina que las determinaciones del mercado.

    Una mujer revolucionaria
    sale a parir las jornadas
    con sus botas de campaña,
    el segundo sexo en su espalda,
    la libertad en los labios,
    las razones debajo de sus cabellos.

    Una mujer revolucionaria
    es más hermosa
    que las muñecas de plástico,
    más atractiva que los destellos de los fugaces reflectores,
    más sensual que los caprichos tendenciales del momento.

    Una mujer revolucionaria
    huele a pólvora,
    gases lacrimógenos,
    tierra,
    montaña,
    río,
    flores silvestres,
    soles de inviernos,
    ecos del jardín,
    frutas del caribe.

    Una mujer revolucionaria
    siente más y gasta menos,
    sonríe desde los huesos,
    besa hasta el delirio,
    se entrega sin equipajes de mano
    ni reservas de divanes de cuero.

    Una mujer revolucionaria
    siempre está dispuesta al romance
    sin importar la incitación
    de los manuales de la familia
    y los hogares prominentemente
    seguros y a salvo.

    Una mujer revolucionaria
    hace el amor con el corazón
    puesto al lado izquierdo de la cama
    y su alma colgada sobre el dosel.

    Una mujer revolucionaria
    es el eslabón doblemente más alto
    de la especie humana,
    y no hacen falta
    muchas más razones
    para amarla
    hasta la locura,
    hasta el cosmos,
    hasta la muerte,
    hasta un millón de veces
    más allá del infinito.

    Adal Hernández

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